Si bien
había dicho que la casa de Connie era enorme, ahora me quedaba clara la
diferencia entre una mansión y una mega casa… era grotescamente enorme.
Me
pregunto ¿Para qué quieren tantas habitaciones? Tener que limpiar tanto…
mantener una casa así debe ser un lujo y un gasto energético enor… Ah… claro,
se me olvidaba que para eso tienen mucho dinero y muchos sirvientes…
Todo en esta
ciudad parece ser enorme… las casas, los colegios, los autos, las bibliotecas…
¡Los centros comerciales!
Pero bueno,
estamos aquí y les describiré un poco como es la casa… grande, gigante, de
color blanco invierno, estilo inglés y tejas grises. Tiene una hermosa entrada
con un pequeño puente y algo que parece un mini lago natural, con hojas de lily
y peces… muchos pececitos de colores.
Las chicas
iban todas preciosas, me sentía un poco mal por estar usando un
chal de piel
para abrigarme un poco – aunque las chicas me dijeron otro nombre para el chal,
que no comprendí, o por lo menos no retuve –y no era sólo eso… los pies y
tobillos me dolían con los tacos que me proporcionó Sveta ¡Y no llevaba ni 10
minutos con ellos! Definitivamente ésta sería una laaaaaaarga noche, laaaarga y
dolorosa.
- ¿Puedes
cambiar esa cara? – Sveta me miraba mal – Está bien, duele porque es la primera
vez que usas tacones, pero deberás acostumbrarte.
- Lo sé…
pero ¿Puedo no usar el abrigo o chal o como se llame? Me siento mal usando piel
de animal.
- Es
sintética… - Gia me miraba como si fuera la chica más estúpida del mundo -
¿Cómo se te ocurre que alguna de nosotras va a permitir dañar animalitos de esa
forma?
- Pues…
- ¡Nada de
nada cariño! – Sophie me agarró de las manos y me miraba con algo que podría
definir entre tristeza y terror manipulador – No podríamos hacerle eso a ningún
animal. Está hecha de fibras acondicionadas y es de tan alta calidad que sólo
los curtidores y diseñadores notan la diferencia de lejos – soltó mis manos y
tocó el chal – Pero al tacto se nota la diferencia.
- Pues a mí
no me parece…
- Lee la
etiqueta Gabi – Connie rodó los ojos y giró el chal por el lado de la etiqueta
- ¿Lo ves? Dice “Fourrure: Synthétique”.
- Ups…
jejeje – Ahora todas me miraban como si fuera la más tonta del mundo.
- Buenas
noches señoritas.
- Buenas
noches.
- Por acá
por favor.
El hombre
que nos recibió no tendría más de 25 años y para ser el mayordomo que hacía la
recepción, debía ser bueno en su trabajo. Nos guió hacia la parte de atrás de
la mansión y allí había un gran coctel bajo una terraza del tamaño de mi casa.
- Al
principio te va a parecer muy formal – Connie se acercó a mi susurrando – pero
verás en lo que se transforma luego de que los padres entran a casa.
-
¿Transforma? No me digas que es como las fiestas salvajes que se ven en las
películas americanas.
- Exacto – Y
finalizó con una risita inocente, si, de esas jijiji.
Y era muy
cierto… por un momento la fiesta era bastante aburrida, los mayordomos pasaban
con cócteles de fruta, sin alcohol por supuesto, para nosotros y para los
mayores había diferentes tragos - la gente se reunía en grupos hablando de
cosas de las que yo no sabía nada -.
Imagínense algo
así como una fiesta de matrimonio; Elegante, radiante, pero de gente aburrida,
más bien, imagínensela con buena música, pero nadie en la pista. Música que se
desperdicia ya que tanto hombres como mujeres obviaban la armonía que se
formaba entre el saxofón, el cello y el piano. Mayores hablando sobre negocios,
fortuna, política y viajes. Jóvenes opinando de lo mismo, obviando los negocios
por supuesto, y chicas que no sabían conversar de algo que no fuera maquillaje,
actores famosos y lo último en moda.
Era la
típica etapa de los “grupitos” y todos tenían un aire de superioridad que me
ponía algo nerviosa. Veía como Sveta, Gia, Sophie y Connie se desenvolvían con
naturalidad, con elegancia y muy resueltas, en cambio yo, parecía borreguito
saludando con un tembloroso “ho-hola” a los que se acercaban y me miraban como
bicho raro.
- Hola – me
dijo un chico alto de pelo rubio, un adonis… - ¿Cómo te llamas?
- Hola… Gabriela
¿Y tú?
- Ahhh eres
la nueva, yo soy Klaus Weissman.
- Ah,
recuerdo que te presentaste en clase.
- Si estamos
en la misma ¿Y tú de dónde conoces a mi hermano?
- ¿A tu
hermano?
- El
cumpleañero…
- Ouh, no,
la verdad no lo conozco, Co…
- ¡Klaus! ¿Cómo
estás? – Connie se acercó a mí y se agarró de mi brazo.
- ¡Conicha! –
Klaus la abrazó con fuerza – Super bien ¿Y tú?
- Bien
cariño ¿Te gusta como se ve Gabriela? – Connie me agarró de la mano y me giró,
yo sólo podía alucinar.
- Pues no te
ves nada mal Gabriela.
-
Gra-gracias.
- Nos costó
convencerla pero pudimos traerla.
- ¿Hablas de
tu séquito de locas? – Klaus levantó una ceja y movió un poco su cabeza
apuntando discretamente con su gesto a las chicas.
- No somos
un séquito y mucho menos estamos locas – Sveta miraba con furia a Klaus
mientras se acercaba.
- Sabes que
me encanta molestarte Svetlana.
- Recuerda
que fui yo quien te derrotó en una justa pelea, no querrás repetir ¿No? – Sveta
se paró cerca, muy cerca de él y podría jurar que saltaban chispas de sus ojos
mientras se enfrentaban.
- Eso fue
cuando éramos niños, ahora lo veo difícil.
- ¡DE TODAS
FORMAS! – Connie los separó y sonrió con encanto a ambas partes – estamos aquí
para pasarla bien y para que Gabi conozca lo que es una verdadera fiesta en la
alta sociedad.
- Como es
eso… ¿ Nunca has ido a una fiesta como ésta? – Klaus me miraba extrañado.
- Pues… no
realmente.
- Es de
clase media – Sveta se apoyó en el hombro de Klaus – ya sabes… normalita.
- Eso ha
sonado desagradable Sveta – Klaus la miró serio – pues entonces sea usted bienvenida
señorita a la alta sociedad – agarró mi mano y la besó cual príncipe de cuentos
de hadas. Me sentía como… - Cenicienta, ese será tu apodo de ahora en más – él terminó
riéndose y las chicas se entusiasmaron.
- Sí si,
parece Cenicienta – Sveta miró a Connie – Gia sería la madrastra, Sophie y yo
las hermanastras y tú mi querida Connie ¡Hada Madrina!
- Pero yo no
fui quien le pasó el vestido, esa fue Sophie.
- Da igual,
tu calzas más en el papel – Klaus la miró con ternura y le esbozó una sonrisa.
- Pues sí, es
como ser Cenicienta por una noche – sonreí también y el ambiente se volvió
mucho más ameno.
Un rato
después se unieron amigos de Klaus a la conversación, Gia y Sophie hicieron su
aparición y todo iba viento en popa ¡Por fin podía conversar tranquilamente! Me
sentía muy cómoda.
Pasó un buen
rato y los adultos decidieron marcharse para que los jóvenes disfrutaran. El
hermano de Klaus, Viktor, cumplía su mayoría de edad y por lo que decían la
fiesta sería una de esas que no se olvidan.
Los músicos
se despidieron y la multitud les aplaudió. Viktor se acercó a la tarima, tomó
el micrófono, pidió un último aplauso para los músicos y luego añadió.
- Chicos y
chicas. Hoy es un día muy importante para mí, he cumplido la mayoría de edad y
con esto quiero… - Todos aplaudían y le vitoreaban - … retomando el discurso,
quiero contarles que he decidido que terminado el año de estudios iré a
Alemania a seguir mi carrera de ensueño – las chicas comenzaron a suspirar y a
gritarle que no se fuera – calma chicas, volveré convertido en un excelente
economista. Pues ya, a lo que vamos… he traído al mejor DJ joven del país para
que esta noche les sea inolvidable ¡CON USTEDES DJ B-Happy!
Un joven de
unos 20 años subió a la tarima y lo reconocí al instante, Gonzalo, o DJ
B-Happy, era el hermano mayor de uno de mis mejores amigos en mi ciudad natal.
Agarré mi celular y le mandé un mensaje “Tomás tengo muchas cosas que contarte,
pero lo más importante es que estoy en una fiesta muy elegante en la que tu
hermano es DJ, besos, hablemos por Skype mañana”.
“buenísima, mándale
saludos que ese no se ha aparecido por la casa de hace rato, hablamos mañana”.
El DJ
comenzó con dance-electrónica para motivar rápidamente a la gente y muchos
salieron a bailar, del grupo en el que yo estaba Sophie y Sveta no fueron la
excepción y fueron con dos amigos de Klaus a la pista. El resto nos quedamos
conversando por un rato más hasta que se animaron a bailar y yo, como mal
tercio, me quedé sentada en una de las mesas.
No puedo
decir que me sentía mal por estar sola, nadie me conocía así que era como obvio
que eso pasaría, pero me entretenía mirando a Gonzalo haciendo sus cosas con
tanta pasión. Movía perillas y sus vinilos, ajustaba el volumen y el ritmo. Se
notaba a lo lejos que le encantaba lo que hacía.
- ¿No
bailas? – Klaus me tocó el hombro y me sobresalté.
- ¡Ah! Me
asustaste.
- Se nota,
tenías la mirada perdida en un universo alterno – nos reímos ante el
comentario.
- La verdad
si… estaba sumida en mis pensamientos y en Gonzalo.
- ¿Gonzalo?
- Ah sí, el
DJ, es hermano de mi mejor amigo.
-
¿Coincidencias ah?
- Algo por
el estilo – no pude evitar reírme y Klaus me sonrió.
- Entonces
Cenicienta… ¿Le gustaría compartir un baile conmigo y el resto del grupo? No me
gusta ver a mis invitados excluídos – Este chico tenía una habilidad con las
palabras impresionante, muy buen anfitrión a mi parecer.
- Difícil
negarse con esas palabras – Klaus tomó mi mano y me llevó a la “pista”.
Al parecer
esta noche no sería para nada mala...