Ya ha pasado
una semana, Connie en verdad es una chica muy agradable, pero no puedo decir lo
mismo de su grupo de amigas. Son todas superficiales y no paran de hablar de
temas en los que no encajo, pero ella siempre se las arregla para que yo pueda
conversar con sus amigas y compartir, cambiando de temas y con su hermosa
sonrisa siempre presente. De todas formas las encuentro un poco falsas, como
que esas risas y esos cumplidos que les salen seguidos no me saben muy bien… pero
quizás son sólo cosas mías… llevo sólo una semana conociéndolas, cuando sepa
más de ellas podré decir con certeza si son buenas o no.
El sonido
del timbre me sacó de mis pensamientos y una rubia se acercó a mi oído…
- ¡POR FIN
ES VIERNES! – apreté mi oreja con fuerza mientras la miraba llena de dolor.
- No chilles
tanto Connie, me duele -
- No olviden
que la próxima semana son las evaluaciones diagnóstico – El profesor Derek, de
nuestro último ramo el día de hoy, nos entregó una gran sonrisa – No creo que
quieran hacer enojar a la profesora Karin así que les recomiendo estudiar…
¡Have a great weekend dear students! – y con un movimiento rápido agarró su
maletín, se puso su chaqueta al hombro y salió en dirección a la sala de
profesores.
- Amo al
profe Derek – dijo Connie con una mirada perdida – amo todo de él y sus clases
de inglés… sus ojos castaños, su pelo negro, su nariz perfilada… -
- Das miedo…
-
- Pero es muy
adulto para mí - su linda cara se desfiguró.
- Ahora das
más miedo… - me miró con pena mientras recogía sus cosas.
- ¿No tendrá
algún hermano menor? Ojalá que sí… - me reí ante su comentario y ella también.
Agarramos
nuestras cosas y salimos de clases, para encontrarnos con sus 3 amigas, Svetlana,
Gianfranca y Sophie nos miraban con ansias.
- Hoy
tenemos mucho trabajo que hacer – Sophie le guiñó un ojo a Connie y tiró de mi
muñeca – Tiene que quedar linda, sí o sí – Gianfranca la miró duramente.
- No creo
que se pueda hacer mucho, aunque la mona vista de seda, mona queda – Gianfranca
y Svetlana rieron con fuerza mientras Sophie y Connie rodaban sus ojos.
- ¿Se puede
saber qué es lo que planean? –
- Hoy vamos
a ir a la fiesta de cumpleaños de uno de los chicos más lindos de nuestro
colegio - Gianfranca me giró y me dejó frente a ella – es también uno de los
más populares y sus fiestas son super ultra conocidas en la ciudad, o sea ¡Lo
más high de lo high! –
Svetlana me
apuntó con un dedo acusador – ¡Pobre de tí si nos haces quedar mal! – El pulso
de su dedo se hacía cada vez más inestable con la ansiedad - ¡Es por eso que
hoy tenemos que arreglarte y enseñarte lo básico! – No sé porqué pero esa frase…
enseñarte lo básico, me sonaba a que se repetiría muchas veces por un tiempo…
terminé riéndome y mirándolas.
- Entonces
déjenme decirles que les haré las cosas más fáciles porque yo no voy a fiestas,
prefiero quedarme en casa -
- ¡Eso sí
que no! – Connie me volteó hacia ella, tomando mi brazo – Tú vas a ir a esa
fiesta te guste o no, tómalo como tu presentación a la sociedad –
- ¿A la
sociedad? – Connie se tapó los ojos y agachó la cabeza en tanto las 3 chicas
restantes me miraron, bufaron y entornaron los ojos.
- ¡Por
supuesto, o sea DAAAH! – dijeron al unísono. Gianfranca me tomó de la muñeca y
arremetió hacia la salida.
- Se
acabaron las preguntas y se acabaron los polerones feos con gorros que te hemos
visto usar en tus ratos libres… - cada paso que daba era más largo que el
anterior y mucho más veloz – se acabaron tus revistas de… deee… -
- Comics,
mangas –
-
¡Whateeeeever! Se acabaron por ahora, hasta que estés lejos de la fiesta y
encerrada en tu casa… como a las 3 de la mañana –
- Bueno,
pero tengo que avisarle a mis padres –
-
¡Hellooooo! O sea… ¡Qué onda? ¿Tienes que avisarles? –
- Sí, y
darles los datos de donde estaré, etc… para que no se preocupen –
- Uff ¡UFF!
– Gianfranca empezó a hiperventilar - ¡Connie! – Connie la abanicó un poco con
un cuaderno mientras se reía.
- Gia, eso
te pasa por hacer las cosas sin planearlas – me miró – podemos decirle a tu
papá ahora que nos viene a buscar -
- Sí… y de
paso voy a mi casa a buscar ropa –
- De eso
nada, no creo que tengas ropa de diseñador en tu casa como para que te
presentes a la fiesta de gala de hoy… - Gianfranca me miró y luego repasó a
Svetlana y a Sophie – Mmmm… - Me puso entre las dos y analizó algo más – Sveta
es mucho más alta que tu así que su ropa no te quedará, pero Sophie es tan alta
y delgada como tú así que… -
- Yo le
prestaré algo de ropa entonces –
- Y Sveta
tendrá que pasarte un par de zapatos, porque Sophie tiene los pies más pequeños
que tú… -
- ¿Cuánto
calzas enana? – Svetlana o Sveta, da igual, me miró hacia abajo, su perfecto
metro ochenta y porte maniquiesco (Sí, de maniquíes, de esos de tiendas de ropa
cara… muy cara), su pelo largo y liso colorín, tez clara, ojos azules y su
postura me daban una clara señal de superioridad – Porque yo calzo 37.
- Igual –
fue mi corta respuesta, sintiéndome un poco apabullada.
- Entonces
sí, Sveta, sabes que tengo un excelente ojo para estas cosas –
- Sí – la
miró con una pequeña sonrisa – Y también sé que tu futuro está en la moda y las
pasarelas.
- Puede ser
– ambas se rieron.
- Gabi –
Connie apuntó a un auto al fondo - ahí está tu papi.
- Cierto
¿Nos vamos? –
- Claro –
- ¡QUE NO SE
TE ARRANQUE! – Gritaron las 3 restantes entre risas.
- ¡NOS VEMOS
EN 30 MINUTOS MÁS EN TU CASA ESE DIAMANTE EN BRUTO TIENE QUE SER PULIDO HOY! –
Gianfranca sacó su libreta, la ojeó un poco, revisó su reloj y volvió a
levantar la cabeza – ¡Y APÚRATE QUE EN SÓLO 2 HORAS MÁS TIENE SESIÓN CON MI
ESTILISTA! -
- ¿Estilista?
Tienen que estar bromeando – le dije a Connie acercándome al auto.
- Cariño,
cuando se trata de moda, fiestas y alta sociedad, NADA, ABSOLUTAMENTE NADA como
eso, es una broma – me guiñó un ojo mientras mi padre le abría la puerta del
auto negro, un maravilloso Jaguar – Hola Sr. Romeu.
- Buenas
tardes señorita Vaughn.
- ¿Por qué
insiste en decirme así?
- Porque soy
un empleado, señorita.
- Hola pá.
- Hola hija
– me dio un abrazo y un beso.
- ¿Pá? Se
dice papito – Connie fruncía el ceño.
- Nah… se
dice pá – Rodó los ojos al momento en que se sentaba.
- Gabi – Me
pasó un par de billetes – Eso es para que vayas a casa, yo no puedo llevarte
hoy, tengo que pasar por mi jefe a las…
- No se
preocupe Gonzalo – Connie salió del auto – ¡Hoy tenemos planes! Iremos de
fiesta con Gabi y disfrutaremos mucho, de hecho de eso queríamos hablar con
usted en el trayecto – Connie le explicó a mi padre todo lo que haríamos, donde
estaríamos y todo lo que planeaban hacer conmigo en un río virtuoso y sin fin
de palabras que le llegaban a mi padre con demasiada avidez como para procesar
toda la información. Casi golpeándolo a cachetadas.
- Entonces
¿Piensan salir?
- Por favor
papá – le dije una vez rendida, ya que con ese discurso me quedó claro que iba
a ser imposible que Connie o las chicas se detuvieran.
- Tienes que
llegar a la casa como máximo a las 2 de la mañana.
- Ok.
- Nada de
beber alcohol.
- ¿Puede
champaña? – Connie parpadeó lentamente en tanto ponía sus manos en súplica y se
apegaba a mi padre como típica niña pequeña que le pedía a su padre una
mascota.
- Si, puedes
champaña pero no mucha.
- ¿2 copas?
- 2 copas y
nada más, sólo para salir de los brindis airosa, nada de cigarros ni de cosas
raras, estás advertida.
- No te
defraudaré.
- No lo
harás porque yo tampoco te lo permitiré – Connie se enganchó a mi brazo – el
alcohol a nuestra edad arruinaría nuestro perfecto cutis y mañana nos veríamos
horrorosas, el cigarro mata tus pulmones y los deja negros y asquerosos…
¡Iiiiiiuuuh! De sólo pensarlo me da asco – Mi padre se rió bajito – ¿Tengo
razón o no?
- La tiene
señorita – Yo simplemente lo miré. Esas risas bajitas de mi padre siempre son
con otro sentido, no me malinterpreten, no es un doble sentido… él sabe que
quizás Connie diga esto ahora, pero luego de un tiempo va a beber alcohol, como
todos los que llegan a adultos. Eso fue lo que me dijo la primera vez que tomé
un sorbo de cerveza, la que por supuesto escupí con asco, y en esa ocasión
también se había reído bajito – Sin embargo, a su edad muchos ya están bebiendo
alcohol, me parece muy bien su decisión.
- Hay que
ser inteligente en esta vida – Connie volvió a acomodarse en el auto - ¿Nos
vamos? – y sonrió nuevamente.
- Como usted
diga.
Partimos en
dirección a casa de Connie… ¿Casa? Perdón, quise decir… MEGA CASA… ella me
aclaró que no es una mansión, que no cumple con los requisitos, que es más
pequeña, pero aún así me parece enorme.
Llamó a una
de las señoras del aseo y le pidió algo de té y unas tartaletas para
alimentarnos mientras me miraba y buscaba entre sus joyas.
- Tienes el
cuello largo y eres esbelta, un collar corto se te vería muy bien, si fuera muy
largo alargaría aún más tu cuello y te verías desproporcionada – seguía
buscando con impetuosidad y sacaba de vez en cuando algunos collares de su tocador
de joyas – los dejaré todos a la vista para que podamos elegir el que mejor te
quede con los vestidos que traerá Sophie – abrió otro compartimiento del
tocador – aros… no se nos pueden olvidar – luego levantó una “pseudo tapa
escondida” de la parte superior del mueble – pulseras y anillos por si acaso,
ahí veremos lo que te queda mejor, aunque sólo basta con el collar y los aros
para tener un toque sencillo y a la vez sofisticado.
Yo sólo
podía mirar estupefacta.
- Creo que
ya estamos listas.
- Señorita,
sus amigas llega…
- ¡CON
PERMISO! – Gianfranca movió a la joven sirvienta hacia el lado como quien
levanta un colchón y lo acomoda contra la pared, era muy cómico la verdad –
Sophie, trae esos vestidos para acá.
Pude ver
como un hombre joven, de ropas estrafalarias mandaba a otro a empujar un rack
con 20 vestidos de fiesta al tiempo que Sophie entraba a la habitación.
- Cariño,
éstos son sólo alguno de los vestidos que tengo para ti, son 20 exactamente,
traje a mi diseñador para que les haga arreglos si es necesario.
- Esto es
ridículo…
- ¡TSCH! –
El joven me miró indignado mientras se llevaba un dedo a la boca para hacerme
callar – Oye normalita – segunda vez que me dicen normalita – a ti te parecerá
ridículo, pero esto es arte.. es ¡HAUTE COUTURE! (Alta costura) – Las chicas me
miraban con reprobación – Es el arte del buen vestir, de días de trabajo en
costura perfecta, para hacer que tu cuerpo se vea perfecto –
- Giglio,
aunque le sigas explicando no va a entender – Sveta volvió a mirarme con desdén
– Como ya te dije, es de la gente común.
- ¿Es acaso
algo malo ser de la gente común Sveta? – la miré indignada.
- Por
supuesto que no – Sveta se giró hacia mí con determinación – pero tú no has
vivido esto, no tienes idea de lo que se trata ser de la alta sociedad. No se
trata sólo de verse bonita, es algo que va más allá y para eso necesitas años
de conocimiento y práctica, ya que de la noche a la mañana no aprendes a
utilizar todos los servicios ni todas las copas ni la función de cada una de
ellas en una cena glamorosa, por ponerte un ejemplo – Sveta se giró nuevamente
hacia el diseñador – Ni tampoco aprendes los tipos de tela, la que te queda
mejor, los buenos cortes, el sentido del hilo en las costuras que permite la
buena caída de la tela – agarró una parte de un vestido y lo acarició - ni cual
de todas ellas es la precisa para una temporada, para ti sería simplemente tela
gruesa en invierno y delgada en verano… ¿Me equivoco?
Menos de un
minuto y me dejó con la boca cerrada – lo siento.
- No te
preocupes, es normal que la gente actúe de esa forma con respecto a cosas que
ustedes llaman “banales” o “sin sentido”, más aún cuando se les enrostra su
falta de conocimiento con una simple frase.
Miré hacia
el piso avergonzada, yo tenía otra percepción.
- Levanta la
cabeza enana – le hice caso y la miré algo insegura.
- Si ella es
enana entonces yo soy una pulga – Connie cruzó sus brazos e hizo un puchero.
- Esa
información es correcta – Sveta se rió y Connie logró subir un nivel en
pucherismo (Sí, un nivel extremo de puchero) – Gabriela, necesitamos que
cambies la cara, tienes que escoger un vestido.
- Claaaro… -
respondí con desánimo. Sophie agarró las comisuras de mis labios y las estiró,
obligándome a esbozar una sonrisa algo ridícula.
Observé con paciencia cada uno de los vestidos. Me
encontré con uno precioso color amarillo dorado y un detalle negro en el hombro
derecho.
- Me gusta
este – lo señalé de entre todos.
- Vaya, la
enana tiene buen gusto.
- Tengo
nombre.
-
Recapitulo; ¡Vaya! Gabriela, la enana, tiene buen gusto – me miró sonriente y
al oírme reír ella también lo hizo.
- Chicas
vamos muy lento – Gia apuntaba su reloj y golpeaba el piso con el pie
repetidamente – Nosotras también tenemos que arreglarnos.
- ¡Eso es
cierto! – Connie me arrastró atrás de un biombo – ¡Póntelo ya!
Me puse el
vestido lo más rápido que pude y Connie me ayudó con el cierre. Gia se acercó a
mirar y luego levantó la mano para que se viera por el biombo.
- ¡Giglio!
Hay que ajustar la cintura… es más estrecha que la de Sophie.
- Enseguida
cariño, mientras yo avanzo pruébense sus vestidos ¡José! ¡Dile a mis amores que
entren los otros racks inmediatamente!
El hombre en
cuestión asintió y salió de la habitación. En menos de lo que pensaba traía los
vestidos para las chicas: 3 racks diferentes con 30 vestidos cada uno y, a
cargo de cada uno, un hombre.
Luego de una
hora y ¾, estábamos todas bien con nuestros vestidos, zapatos y accesorios. Gia
volvió a mirar la hora y miró a Svetlana impaciente.
- ¿No se
suponía que tu maquilladora debería estar aquí ya?
- Está
esperando afuera – Svetlana la miró por sobre su hombro.
- A mí no me
das esas miraditas Sveta ya lo sabes – Svetlana suavizó su mirada.
- Es la
costumbre.
- ¡Ana! Haga
pasar a las señoras por favor.
- Como usted
diga señorita Vaughn.
Por la puerta
de la habitación entraron dos mujeres fabulosas. Una con un carrito lleno de
maquillajes y pinceles y la otra con el mismo carrito con muchos productos para
el pelo, pinzas y cepillos. Fue algo tortuoso, pero después de una hora
estábamos todas listas.
- ¡Ok! Es
hora de que te veas en el espejo enana – Sveta me agarró suavemente por los
brazos y me movió hacia un lado de la habitación con un gran espejo – ¡Ni tu
madre te reconocería!
- Tienes
razón – la persona que veía ante mí era mucho más hermosa de lo que yo estaba a
acostumbrada a mirar frente al espejo – Me encanta Sveta… ¡Gracias chicas! – Si
esta fuera una historia Disney, definitivamente sería Cenicienta y las chicas
serían mis hadas madrinas.
- ¡Sin
emocionarse! – Sophie me miraba con preocupación al tiempo que unas lágrimas de
emoción comenzaban a salir de mis lagrimales – Se te puede correr el maquillaje
– y con una seña a la maquilladora ella se acercó y me las secó rápidamente
para retocar un poco mi delineador.
- ¡ENTONCES
ESTAMOS LISTAS! – Las chicas gritaron de emoción y se abrazaron.
- No te
quedes ahí parada – Gia me agarró de un brazo y me atrajo al grupo – únete al
super abrazo.
Definitivamente
huecas y definitivamente amorosas. Me iba a costar un tiempo acostumbrarme a
sus comentarios y acciones de color rosado, pero me sentía querida… aún con tan
poco tiempo de conocernos.
- Señorita
Vaughn – Ana, la sirvienta personal de Connie, se acercó a nosotras – la limusina
de la familia Di Marino espera.
- ¿Tus papás
mandaron una limusina Gia?
- Por
supuesto ¿Cómo crees que íbamos a llegar a la fiesta? ¿A pié?
- No pero…
- ¡Ay! A
nuestra bebé le falta tanto todavía – Sophie me miraba con una ternura
fraternal.
- Ya irá
aprendiendo – una risita cautivadora salió de la boca de Connie.
- Vamos, no
queremos llegar tarde ¿O sí?
- Por
supuesto que no Sveta, por supuesto que no.
Y así, nos
subimos a la limusina para “emprender nuestro viaje” a la anhelada fiesta.
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